Conforme la empresa va creciendo se va apoyando cada vez más en su base “satisfecha” de clientes para conseguir, a través de ellos, buenas referencias y atacar cuentas nuevas.
Si una empresa seria quisiera tener auténticos frutos de este proceso, solo lo conseguiría teniendo un protocolo y servicio bien implementado para que los productos que ha vendido a sus clientes produzcan realmente los beneficios que han prometido y lo hagan con eficacia y productividad. Y esto significa creérselo e invertir (no gastar) en servicios. No vale con que sean los vendedores los únicos que tengan que dar la cara sino que toda la empresa debe estar alineada con ello.
¿Qué metas hay que marcarse para conseguirlo?
- Un funcionamiento continuo del producto: Desde la entrega e instalación, los tiempos de no-funcionamiento, mantenimiento o reparaciones deberían tender a cero o ser percibidos como necesarior y no lesivos, que es lo que el cliente espera de lo comprado y (seguramente) de lo que se le ha prometido.
- Un trabajo continuo para mejora: Mientrras nos relacionamos con él, iremos recogiendo datos y sensaciones sobre los productos, aspectos de mejora, etc. para implementarlos en el futuro y dar mejor solución.
- En suma, un cliente satisfecho: No solo le funcionan las cosas como le hemos prometido sino que, aparte de una relación personal enriquecedora, generamos confianza del cliente en nosotros como proveedor que siempre estará a su lado y como suministrador de futuras soluciones fiables.