Hoy he tenido dos experiencias navideñas sobre ventas que creo es interesante comentar para ayudarte en la reflexión sobre el trabajo comercial del día a día:
1.- La primera me ha ocurrido en una cafetería de Algorta, Vizcaya, cuando un camarero me ha preguntado qué quería tomar. Le he dicho que un vino blanco, a lo que me ha respondido que si un Albariño, un Rueda o un Txakoli. Yo le he dicho «un txakolí».
Luego, el camarero me ha traído el vino, he dado el primer sorbo y me sabía un poco tirando a moscatel (o algo así) que para mí a lo que sabe la uva Verdejo de Rueda que me recuerda a la uva Monastrell (algún entendido en vinos pensará que soy un ignorante pero como es un mundo de gustos y sensaciones propias cada uno tiene las suyas).
He llamado al camarero, se lo he dicho, se ha disculpado y me ha traido el Txakoli. Hasta aquí todo bien.
El problema ha empezado cuando mi cuñado ha pedido luego un Rueda y le han traido ¡mi copa anterior! lo que el camarero negaba pero que era ella pues ya tenía un diminuto mosquito dentro y las marcas en el borde de mi sorbo anterior.
A esa cafetería va la gente de buen ver de la zona pero, en este caso, su servicio de calidad al cliente ha sido pésimo. El camarero se ha vuelto a disculpar y ha venido luego con una copa vacía y una botella de Rueda para llenar la copa en nuestra presencia. Eso ha intentado arreglar un poco las cosas.
Ante todo, dejar claro que lo ha arreglado en parte, porque lo que no se puede hacer de ningún modo es vender mintiendo.
Mi pregunta es: ¿Merecía la pena ahorrar en costes aún a riesgo de rebajar la calidad en el servicio? Rotundamente NO.
2.- La segunda ha sido escuchar en la radio al artista/pintor Darío Urzay, diciendo como, en un momento de su vida, sufrió un bache cuando se dio cuenta de que para conseguir aquello que soñaba no tenía más remedio que crearlo él mismo. Creerse su propio potencial y desarrollarlo.
De contertulio estaba Aduriz, cocinero del restaurante Mugaritz, quien tenía como uno de sus lemas que «su restaurante no es un comedero» sino un mundo de ceatividad al servicio de los clientes.
En su web mugaritz.com se definen como «Un proyecto gastronómico-musical cuyo objetivo es crear un mundo sonoro a partir de la experiencia culinaria que suponen algunos platos».
No hablan de cosas tangibles, perecederas, simo de concepto. Esto me lleva al intangible que debe tener todo producto en venta (cuando escucho a Aduriz parece que escucho a un monje más que a un cocinero). Es todo un espectáculo ver las fotos de sus platos en la web.
Pues estas son las dos experiencias navideñas sobre ventas que me he permitido contar. Si te valen para ayudarte a reflexionar yo ya me quedo contento.
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